La detención de Gao Ping como supuesto cabecilla de una poderosa mafia china en España ha sido una sorpresa que, paradójicamente, no ha extrañado a quienes fueron sus empleados o le trataron en el pasado. No por las sospechas que despierte el personaje, cuya presunción de inocencia hay que respetar hasta que se demuestre lo contario, sino por la forma en que se hacen los negocios en China, donde la corrupción abunda tanto o más que en España aunque no salga a la luz.